Dios creó los seres humanos para que disfruten de su Creador viéndole en la Gloria. Sin embargo, nada manchado puede entrar en el Cielo; por lo cual, quienes no sean perfectos deberán purificarse antes de ser admitidos en la presencia de Dios. La Iglesia enseña la existencia del Purgatorio, en donde las almas de los justos que mueren con mancha de pecado se purifican expiando sus faltas antes de ser admitidas en el Cielo. Entre tanto pueden recibir ayuda de los fieles que viven en la tierra. Por otro lado, la oración es nuestra respuesta a Dios quien nos habla o, mejor aún, se revela Él mismo a nosotros. Por lo tanto, la oración no es simplemente un intercambio de palabras, sino que involucra al ser de toda la persona en una relación con Dios el Padre, a través de su Hijo, y en el Espíritu Santo. Ahora bien, en la Iglesia católica la práctica de rezar por las benditas almas del Purgatorio está basada sobre la fe en la Comunión de los Santos. Los miembros del Cuerpo Místico pueden ayudarse unos a otros, mientras estén en la tierra y después de la muerte. Si nos fijamos en las oraciones litúrgicas de la Iglesia vemos claramente que se invoca con frecuencia a los Angeles y a los Santos en favor de la Iglesia sufriente o Purgatorio, pero siempre para que intercedan por ella. Toda persona en estado de gracia puede orar con provecho por las benditas almas; probablemente es necesario, al menos, hallarse en estado de gracia santificante para ganar las indulgencias por los difuntos. El padre Oswaldo Agudelo nos explica en esta clase que a menudo, rezamos por nuestros difuntos, por esos seres queridos que nos han dejado, pero, como cristianos, también es nuestro deber rezar por todos los otros muertos, cuyas almas esperan unirse al Señor.